Una mañana normal, fui al instituto. Pero cuando llegué no había nadie por los pasillos. Así que decidí entrar en mi clase. Pero estaba vacía. Esperé un rato a ver si era que había llegado demasiado temprano, pero nada, nadie entró por la puerta.
Empecé a oír unos ruidos muy extraños, y me puse a investigar por todo el instituto qué era lo que estaba pasando. Pero no encontré nada, así que volví a clase y... Había sangre por todas partes. Anduve por la clase y me encontré a una persona cortada a trocitos, pero faltaba la cabeza. Abrí un armario y de repente, de allí cayó la cabeza, parecía que era una profesora.
Horrorizada salí corriendo, pero la puerta del instituto estaba cerrada. Decidí encerrarme en un cuarto de baño y allí encontré a otra profesora colgada de una cuerda. No sabía qué hacer.
Cuando conseguí salir del baño ya era tarde. Me habían asesinado.
(María Pecci Fernández e
Irene González Fernández, 1º E)
En una escuela había una clase particular, en la que los alumnos eran invisibles, o eso se decía, ya que nadie los podía ver. El Director intentaba contratar a algún profesor para que les diera clase a estos alumnos, pero todos se negaban, ya que se asustaban al entrar en la clase.
Un día un profesor se presentó para dar clase a estos alumnos. Entró, se sentó en su mesa, que estaba más elevado, sobre la tarima y empezó a pasar lista y los nombraba y escuchaba "presente", cada vez que decía un nombre, pero no podía ver a nadie. El profesor, curioso, sacó a una niña a la pizarra a hacer una cuenta de dividir. La silla se movió sola y la tiza volaba por los aires y se empezaron a escribir los números en la pizarra. Era increíble. Era el primer profesor que veía una cosa así.
Cuando tocó el timbre fue a hablar con el Director. Éste le preguntó: "¿Cómo le ha ido la clase?" y el profesor respondió: "Invisiblemente curiosa"
(Natalia Morenilla Muñoz, 1ºB)
Hacía mucho tiempo en un colegio de monjas había una clase en la que se decía que habitaba el espíritu de una monja y su regla volaba por la clase.
Yo tenía un grupo de amigas. Éramos Laura, Irene, Sara, Natalia y yo. Un día, jugando a verdad o reto con mis amigas, ellas me retaron en aquella clase en la que nadie se atrevía a entrar. Por miedo al castigo acepté.
Al principio fui valiente y aguanté el miedo para lograr entrar. Entré en la clase. Estaba vacía. Cuando entré parecía una clase normal, así que mi miedo desapareció en ese instante.
Pero de repente la puerta se cerró dando un portazo. Y me empecé a agobiar. Al minuto se escuchó como una regla chocaba contra las mesas y luego...Bueno ya no se volvió a saber nunca nada más de mí.
(Ana Carmona Lozano, Alba Gómez, 1ºE)
Un día normal de clase, fueron los alumnos al recreo y se compraron los bocadillos en la cantina, como un día normal. Aquel instituto tenía algo raro. Existía una leyenda que decía que según los alumnos se iban comiendo los bocadillos de aquella cantina se iban volviendo invisibles. Nadie se lo creía, hasta que ese día comprobaron que era verdad. Una niña se comió su bocadillo y al principio se podía ver, pero cuando llegó a la clase empezó a desaparecer.
Y pasó un rato y empezaron a desaparecer todos los alumnos de esa clase, hasta el profesor.
A partir de ese día, nadie volvió a comprar en la cantina y tampoco se supo más de los niños.
(Julia Rodicio Herrera, 1ºB)
Cuando llegó la hora de irse a casa, todos los niños salieron de clase. El aula se quedó vacía. Pero a Alejandro se le había olvidado un cuaderno y volvió a la clase. La clase estaba vacía, pero por el cristal de la puerta, Alejandro empezó a ver cosas volando por la clase. Alejandro se asustó y corrió a avisar a los profesores, pero ya era tarde. Ya se habían ido y el instituto estaba cerrado. Fue a conserjería, cogió las llaves y entró en su clase, ya que, de todas formas había ido por el cuaderno. Enseguida notó cómo seres se movían alrededor de él. Cogió el cuaderno, con mucha valentía, y salió corriendo. Pero nunca volvió a casa. Nunca se supo más de él.
(Lucía Martínez Morales y
Claudia Montesino Pérez, 1ºE)
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