Era un día cualquiera, miércoles, específicamente. Estaba con mi familia en el campo de un amigo. Todo iba genial, hasta que mi primo comenzó a ponerse raro. Tenía una sonrisa escalofriante, los ojos en blanco, las venas sobresaliendo en sus brazos, y un tic continuo en su boca. Las luces comenzaron a parpadear al ritmo de sus brazos. Los árboles crujían, el cielo se cubrió de nubes, empezaron a caer rayos. De pronto, mi familia se desintegró. Solo quedamos mi primo y yo. Salí corriendo y me escondí en el armario.
Me encogí, pero escuché una voz susurrante: "No te escondas, oigo cómo respiras" Se estaba acercando. Oí el pomo de la puerta del armario. Vi cómo giraba lentamente, la puerta se abrio despacio y vi unas largas uñas. Me agarró del cabello y me arrastró con él:
-Ahora caerás en mi juego. Te toca a ti.