Era un día como otro cualquiera. Por la mañana fui al Instituto y llegué a mi casa a las tres, como siempre. Cuando se abrió el ascensor, vi que la puerta de mi casa estaba abierta.
Retrocedí dos pasos. Salió un hombre con toda la cara ensangrentada. Se acercó a mí...Y aquí estoy, esperando tu visita.
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